Gabriel Rancel

Gabriel nació el 8 de junio de 1948 en El Monte, San Miguel de Abona. Era hijo de Eugenio y María y tenía dos hermanos, Antonia y Salvador. Desde muy pequeño, la vida lo llevó a trasladarse a Los Bebederos, en Arona. Allí, desde los seis hasta los diez años, se encargó del cuidado de las seis cabras de la familia, una tradición que llevaba en la sangre, siendo hijo, nieto y bisnieto de cabreros. De los ocho a los diez años, Gabriel asistió a la escuela de Las Galletas. Luego, hasta los catorce, recibió clases del farero junto a los hijos de los trabajadores de las fincas cercanas en el Faro de Punta de la Rasca. Fue en esos años que desarrolló un fuerte sentido de comunidad y trabajo, ayudando en la Finca de Los Bebederos en los cultivos de tomate y platanera.

Al cumplir la mayoría de edad, Gabriel partió al Sahara, donde ejerció como policía nacional durante su servicio militar. A su regreso a Arona, se involucró en la construcción y volvió a trabajar en los cultivos de tomate. Sin embargo, su carrera culminó como jardinero, una profesión en la que encontró tranquilidad y conexión con la naturaleza.

La vida de Gabriel dio un giro inesperado cuando conoció a Don Luis Diego Cuscoy, un arqueólogo que llegó al llamado de su tío Salvador tras el descubrimiento del yacimiento arqueológico de Guargacho. Este encuentro despertó en Gabriel una pasión por la arqueología que lo acompañó el resto de su vida, llevándolo a explorar y valorar las huellas del pasado en su tierra.

Así, la vida de Gabriel se entrelazó con la historia y la cultura de su lugar de origen, dejando un legado de trabajo, dedicación y amor por la arqueología plasmado en sus poesías y libros.